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El secuestro

No hay nada que vuelva más vulnerables a los padres que sus hijos.  Somos resistentes a la angustia, a la envidia, al estrés…, pero no estamos preparados para el sufrimiento de nuestra propia carne y sangre. Por eso la crónica negra se oscurece aún más cuando los protagonistas son niños.

Niños, seres indefensos, felices, sin maldad, ni responsabilidad y que, sin embargo, son objetivo de tantas perversidades: desde las más espeluznantes, como padecer pederastias, y malos tratos, hasta las que pueden parecerlo menos, pero tener, a la larga, casi igual de irreparable resultado para sus inocentes almas.

Me refiero a su manipulación en las separaciones de las parejas, cuando se utilizan como moneda de cambio y objeto de chantaje. Es entonces cuando los niños pueden pasar por calvarios permanentes sin que su tortura esté penada por la ley, a menos que llegue a extremos tan insólitos, como el que espero, de corazón, que se refiera a los dos últimos niños desaparecidos en Córdoba.

Hay quien dice que ya no estarán, pero yo, escucho la historia repetida en uno y otro medio de comunicación y tengo la sensación de haberla oído ya muchas veces. Es la historia de dos que se quisieron y que se dejaron de querer y que pretenden acusarse de todo a través de los hijos.

No es que en este caso haya buenos o malos, es que puede que alguno se vuelva aún peor… ¿Dónde estarán los niños? Desde luego haciendo sufrir enormemente a los familiares que desconocen su paradero. Pero, ¿serán todos? Habrá que esperar para saberlo. Mi esperanza es que todo quede en un acto de inconsciencia, aunque haya que penarlo, para que sirva de ejemplo, como cualquier tipo de secuestro.

La Razón

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