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Nos vamos huimos

Huida, salida, nos vamos…¡O se van! Pero ¿Quiénes? Pues de Madrid, doscientos mil menos que el año pasado, seiscientos mil menos que el anterior…  Hay crisis, no hay dinero, no hay trabajo, ni buenas perspectivas. ¿Cómo vamos a pagar las vacaciones? Y, como si no fuera castigo suficiente, el tiempo, como cada Semana Santa, no va a acompañar.

¡Como para empeñarse e irse! ¿Y qué quieren, oigan? ¡La Semana Santa no es cosa de playa! ¡Ni tampoco de montaña! Es cosa de pasión y de redención. Ya. Sí. Pero incluso si el cielo llora, en algunos sitios no sacan a la Virgen a pasear y los que lloran son los fieles. O sea, muchos de los que se van. Y también de los que se quedan. Muchos de los que esta Semana Santa, con mayor motivo, una vez pasado el día de huelga general y aprobados los Presupuestos más austeros de la era democrática, tienen mucho por lo que rezar. Más que nunca. Las plegarias al cielo, este año, ya saben, concretas. Nada de lanzarse a pedir tonterías.

Lo primero, pedir perdón por tantas cosas mal hechas; lo segundo, aceptar la penitencia, y lo tercero, y con suerte, rogar que, tras ella, se acabe este periodo gris y de tristeza que poco o nada tiene que ver con el sol, y mucho con las sombras de los seres humanos.

Empieza el éxodo de la Semana Santa. Se trata de marcharse a donde sea, a donde se pueda…Pero antes que de eso, se trata de volver. Que nadie olvide que la vida, pese al desesperanzador pronóstico económico y a la igual de poco ilusionante, previsión meteorológica  es extraordinaria y no se puede dejar estrellada sobre el asfalto.

La Razón

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