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”Lloré cuando Ana María Matute me dijo que había ganado el premio Primavera”

Màxim Huerta. Periodista y escritor

Coincidí con Màxim Huerta en el almuerzo del Cervantes que se celebró en el Palacio Real. Me producía curiosidad el personaje, por compañero y por hombre del telediario pasado al magacín y atrapado por las letras desde siempre. Quizás el espejo entre ambos. Curioso. Como también que me contara que un día previo a aquel, había tenido un encontronazo con la entonces princesa Letizia. No fue tal o a ella jamás se lo pareció , así que la conversación entre ambos fluyó y él se fue siendo devoto de la ahora reina. Despierta la empatía Màxim, en la conversación con cualquiera, lleve corona o zapatillas. Y es un escritor, no un periodista que escribe o alguien mediático a quien casual y oportunamente le propusieron un proyecto, llamémoslo, literario. No. Màxim escribía desde siempre y se le nota. Como también las ganas de seguir haciéndolo sin tener que renunciar a la televisión ni pedir perdón. ¿Acaso hay que pedir disculpas por hacer bien más de una cosa? Con su cuarta novela, “La noche soñada” (Espasa) ha saboreado las mieles de un premio literario, concretamente del Primavera. Y ha sido la que más le ha costado, de las cuatro que ha escrito. Una historia en la que ha dejado mucho de él y de sus ganas de cambiar el mundo, a través de un personaje llamado Justo, el benjamín de la peculiar familia Brightman, y de sus ilusiones y deseos familiares en una noche de San Juan. “Justo –dice Màxim- es el protagonista de la historia, a sus 12 años y a sus 42, cuando trabaja como fotógrafo en la revista “Traveler”. Así que cuenta desde sus dos edades, en dos voces distintas”. La primera es la voz del niño que, en la noche de San Juan de 1980, en las fiestas de un pueblo ficticio llamado Calabella (“en homenaje a Macondo-me puntualiza Màxim- ¡y quien iba a pensar que se iría justo al poco de salir la novela!”), cuando todo el mundo está pendiente de Ava Gardner, que iba a inaugurar el cine de verano, ubicado en un frontón, decide cambiar el destino de toda su familia. Allí, mientras sobre unas paredes pintadas de blanco se proyecta “Las noches del Kilimanjaro” el pequeño de los Brightman pasa a la acción, porque quiere que su madre sea una madre feliz y su familia sea una familia feliz. “Es una novela que habla de amores, de cambiar el destino, de segundas oportunidades, pero por encima de todo, del amor a la madre” Y también de Ava Gardner, claro, que a veces parece que estuvo en todas partes . “La génesis de mi novela, cuando me da ese flash literario, está en un viaje feliz a Cadaqués, que termina en Tossa de Mar, en un almuerzo en la maravillosa casa, con una espectacular vista a la bahía, que tienen los señores Coll. Al pasar al salón y empezar la tarea de revisar las paredes de las casas ajenas, vi la fotografía de Ava Gardner con Frank Sinatra, sentada a la misma mesa en la que yo había almorzado. No pude contenerme y empecé a preguntar: pero “¿estuvieron de verdad aquí? Me dijeron que sí y, a partir de ese momento, me enseñaron los recortes, las fotografías y me contaron como había sido Ava Gardner en aquellos días…” La fascinación de la diva cinematográfica atrapó a otro devoto y se hizo carne de novela, en medio de la duda del autor de si volvió a aquel pueblo o no. Y en el recuerdo de “el animal más bello del mundo” y, a modo de homenaje, se mece el deseo, un poco mágico, del protagonista, hijo de un irlandés violento y bebedor que condiciona la vida de toda la familia, de cambiar el destino, empujado por el amor hacia su madre. “Siempre es la madre la que cuida al hijo, pero en este caso le doy la vuelta y es el hijo quien quiere que su madre sea feliz y hace todo lo posible para lograrlo; y lo hace de la manera más generosa del mundo, que es que su madre nunca sepa qué hizo para que ella fuera feliz.” Ese thriller emocional, en el que el lector involucrado cree adivinar lo que puede estar pasando y luego todo gira y cambia, es el meollo de esta novela que habla de amor, pero también de miedo al olvido, a la desmemoria, y al Alzheimer , mientras su autor y también el protagonista van desgranando sus propios recuerdos, ligados a una mesa camilla pilotada por mujeres importantísimas en sus vidas , en torno a la cual se escribe lo bueno y lo malo que acontece. Quizás lo peor está representado por el padre de Justo, Thomas Brightman, que muere en un accidente y transforma la novela con su desaparición. “Si –afirma Màxim- a su muerte comienza otra novela, luminosa, como el apellido Brightman. De hecho elegí ese apellido pensando en la luz que lo envuelve todo en esa parte de la novela, ya más mediterránea, alegre y feliz, en la que aparece la segunda oportunidad de la novela y las casas enfrentada se miran en la costa brava, cerca de un faro, con una playa, una cala y una familia italiana que llega y se instala en la casa de al lado.”. Del secreto de una noche de San Juan, las vidas que pasan de la luz a la oscuridad, la fotografía, los viajes, el perfume mediterráneo y el amor trata esta novela de un Màxim Huerta, consolidado ya literariamente, premiado y satisfecho de su novela, de su premio y del recuerdo de la presencia en la presentación de “La noche soñada” de Ana María Matute, recién desaparecida, pero imposible de olvidar. “Ana María Matute fue quien me llamó para decirme “Maxim Huerta, es usted el ganador del Premio Primavera”. Y yo rompí a llorar. Poder compartir luego con ella conversaciones ha sido, para mí, el verdadero premio” Aún le queda alguno más, aunque no sea comparable, porque “La noche soñada” pronto cruzará el atlántico y se convertirá en cine. Tal vez Ana María Matute lo soñó una noche.

Personal e intransferible

Màxim Huerta nacio en Utiel en 1971. Está soltero, no tiene hijos, se siente orgulloso de su ansiedad y se arrepiente de ella, perdona, olvida y a una isla desierta se llevaría el teléfono. Le hacen reír y llorar las pequeñas sorpresas y es de risa y lágrima fácil. Su vicio es el chocolate, su sueño recurrente es el de volar, le fascina el vino tinto y le gusta el jamón. El libro que más veces ha regalado es “Olvidado rey Gudú”, de Ana María Matute. Escucha mucho a Serrat, elige como película preferida “Eva al desnudo” de Mankiewicz, de mayor le gustaría ser feliz y si volviera a nacer trataría de corregir todo lo que hizo mal de pequeño, “pero sería lo que soy, supongo”.

La Razón

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