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“Me fui al vaticano con cien litros de aceite en el maletero”

Publicado en La Razón

RICARDO LOP, empresario. Propietario de la empresa online Aceros de Hispania 

Han pasado más de veinte años desde que el turolense Ricardo Lop, un hombre de mirada escrutadora y sonrisa contenida, abandonase las actividades  profesionales para las que parecía señalado -la panadería familiar, la agricultura y las cimentaciones y perforaciones-, y comenzara a vender cuchillos y espadas por el mundo, desde su Castelserás natal. No es que ese municipio de 850 habitantes se le quedara pequeño, sino que, a través de un curso para aprender a utilizar el correo electrónico, descubrió que, abriendo la ventana de Internet, era posible llegar a cualquier parte del planeta y vender, sin moverse de su pueblo natal, cualquier cosa.  Aquello le sorprendió tanto que no dudó en pedirle a su profesor que le abriera una web. Ni siquiera sabía que iba a vender, pero sí que esa tenía que ser la manera. “Yo había vuelto al pueblo después de estar un tiempo por ahí con máquinas de perforar para hacer sondeos, ver que los viejos maquinistas o estaban solos o divorciados y pensar que aquello no tenía buena pinta. En Castelserás estaba la panadería familiar, la tierra y los negocios de mis hermanos; en el de uno de ellos cogí un catálogo de cuchillos, por casualidad. Si hubiera sido de otra cosa, seguro que hubiera empezado vendiendo algo distinto.” Ni sus hermanos, ni su padre, ni siquiera su novia pensaron que, poco más tarde, aquella idea de Ricardo, sería el germen de Aceros de Hispania, un comercio electrónico que ya cuenta con 80.000 clientes en el mundo entero y factura casi ochocientos mil euros al año. “No lo sabía ni yo, que me había apuntado a aquel curso solo porque en invierno las noches eran muy largas…, pero enseguida lo vi, y cuando mi padre me decía, con buena intención “pero hijo, ¿quién va a comprar un sable sin tenerlo en las manos?” yo le contestaba que si los argentinos compraban por catálogo con dibujos en el siglo XIX, y esperaban tres meses a recibir los pedidos, por qué no iban a comprar ahora en cualquier parte, si lo del ordenador era más moderno, se veía mejor y tardaba mucho menos…” Dicho y hecho. O no tanto, porque como todas las empresas, aquella tuvo sus momentos difíciles… “Es que si te digo la lista de errores cometidos tengo para estar cascando tres horas. Y prácticamente todos son culpa mía, aunque también  influyó la mala suerte. Por ejemplo, nos prohibieron vender en Moscú porque Putin estaba cabreado con la señora Merkel y sacaron primero una ley que impedía vender unas cosas, después otra más,  y luego nos cambiaron el sistema de pago… Son cosas que te van pasando y no puedes evitar. Además, con la crisis cerraron nuestros principales proveedores y nos quedamos con tres mil o cuatro mil productos menos en la red, donde cada vez aumentaba más la competencia…” Un momento. ¿Tres o cuatro mil productos menos? ¿Pero es que hay tantas clases de cuchillos? “¡Qué va! Es que ahora vendemos de todo…, hasta peladores de tomate y prensa de ajos. Unos proveedores me mandaron un catálogo de cuchillos que parecía la Enciclopedia Británica y era solo era la mitad de lo que me ofrecían. Además tenían desde pinceles de maquillaje a abre ostras. Mis compañeros me decían “¿Qué hacemos con esto?” y yo les contestaba “Si hace falta abrimos secciones nuevas y todo para la web”… Así que ahora igual nos llega un pedido de una espada de los reyes católicos para México y un pincel de maquillaje o una pinzas de las cejas…, ¿qué más da vender una cosa que otra?”. Visto así. Está claro que lo que importa es la facturación y la de Ricardo Lop es importante, aunque cueste lo suyo y más sin hacer publicidad, al menos directa o demasiado costosa. “Nosotros casi no nos gastamos nada en publicidad. Todo lo más 35 Euros en el libro de las fiestas del pueblo, que son en enero. Ahí si ponemos un anuncio como todas las tiendas de aquí. Pero para nosotros la publicidad tiene que cumplir dos criterios: que nos lo pasemos bien y que cueste poca pasta; por  eso preferimos hacer acciones. Como la de mandar alfalfa para la yegua de la cuadra de Isabel II que después de ganar Ascot dio positivo en antidoping. En cuanto nos enteramos, decidimos mandar dos pacas de 18 kg cada una y mandamos una a Bukingham Palace y otra a la empresa que da de comer a los caballos…¡y lo cascamos por todas partes! Como era agosto y no había noticias recibimos cuatrocientas y pico llamadas en quince días. La publicidad nos costó 33 euros: 26 de portes y 7 de la alfalfa…” Le digo que más sonó, si cabe, aquel episodio del cuchillo del rey “Sí, se lo mandé a Zarzuela después de leer unas declaraciones suyas no sé dónde que decían “de esto saldremos con un cuchillo en los dientes y una sonrisa” Y también lo cascamos bien en los medios. Me llamaron de todas partes. Lo malo es que coincidió con lo de Botswana y los periodistas vieron sangre y se tiraron a hacer risas con que si era un cuchillo para rematar elefantes…; pero yo vi cómo fueron creciendo las estadísticas de la página, que pasaron de 20 a 1.000 y pensé “me cago en diez. Vosotros reíros, reíros…” Está claro. Y también que Ricardo Lop es un personaje único, además de un gran empresario y un genio del marketing. ¡Ni el Vaticano se le resiste! “me reuní con los labradores de mi pueblo para promocionar el aceite y se me ocurrió que, como el aceite de oliva con más carga simbólica del mundo era el que usaban en el Vaticano el jueves santo, cuando el papa bendice a los enfermos y todo lo demás, tenía que llamar allí y pedir que el aceite que usaran fuera el nuestro. Me fui allí al Vaticano con cien litros de aceite en el maletero. Desde entonces Benedicto XVI no bendijo con más aceite que el nuestro…”  Para bendecidos, el propio Ricardo Lop ¿no?

 

PERSONAL E INTRASNFERIBLE

Ricardo Lop nació en Castelserás en 1965. Está casado, tiene tres hijos, se siente orgulloso “de ellos” y se arrepiente “de no haber estudiado más”. Perdona “con el tiempo” y olvida “rápidamente: no me acuerdo ni de lo que cené ayer”. Le hacen reír “muchas cosas” y llorar “las tragedias familiares o de mis amigos. Soy muy blando” A una isla desierta se llevaría “ostras, una piragua para escapar” Su manía es “trabajar” Su vicio “trabajar” De los sueños dice “a mí que me persiga un toro no me importa, le tengo más miedo a la Caja Rural” De mayor le gustaría “que mi negocio diese trabajo a más personas, porque donde vivimos nosotros no hay empresa y la gente se tiene que ir…, así que me gustaría tener una empresa que pudiera dar trabajo a 40 o 50 personas”

 

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