Miguel Arias es uno de esos hombres deliciosos, de los que reciben en sus restaurantes como recibiría en casa, con sencillez y naturalidad. En la actualidad tiene tres restaurantes: Flanigan en Puerto Portals (en Calviá, Mallorca) y Aspen y Café Pino en La Moraleja (Madrid). Tuvo otro, para mí mítico, que se llamaba Las cuatro estaciones y que después de más de veinte años, desgraciadamente tuvo que cerrar. Otro día hablaré de los de Madrid, pero hoy quisiera centrarme en el de Palma de Mallorca. La verdad es que cuando fui por primera vez iba como un niño al Parque de Atracciones, dispuesta a dejarme cautivar por las luces de colores. Contaban –y es cierto- que era el restaurante preferido del Rey, que Miguel Arias era uno de sus grandes amigos y que en el lugar se daba cita lo más granado de la sociedad mallorquina e internacional. Así que, después de elegir con cuidado mi atuendo –correctamente informal, que es lo que se estila en las noches de verano- me dispuse a saborear no sólo el ambiente de un lugar mítico, sino, sobre todo, su excelente cocina.

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