«Si me tocara la lotería, compraría un teatro»
– Diplomático-
Aunque Inocencio Arias, Chencho para los amigos, tenga una carrera diplomática muy seria, lo cierto es que goza de un envidiable sentido del humor. Como muestra, esa doble interpretación del título de su último libro, en el que narra cómo se comportaron nuestros dirigentes en el extranjero, y que obliga a la sonrisa: «Los presidentes y la diplomacia: me acosté con Suárez y me levanté con Zapatero».
-Pues qué susto, ¿no?
-También se me ocurrió como subtítulo «Oh cielos, me levanté con Zapatero», pero dejé el otro porque parecía que ya era un poco hacer mofa del presidente y, si bien lo trato regular en el libro, tampoco quería mofarme de él; aunque hubo una enorme diferencia entre grandes presidentes como Suárez, González o Aznar y Zapatero. En política exterior. Yo sólo hablo de política exterior.
-Es que en política exterior Zapatero tampoco tuvo muchos logros, ¿no?
-Bueno, tuvo uno: metió a España en el G-20. Lo metió en un asiento plegable y no ha quedado rastro de su paso por él, ni de lo que dijo, pero es un logro. Lo que pasa es que, sobre todo, tuvo tres deslices con EE UU. Primero uno, cuando no era presidente, el de la bandera, que afortunadamente pasó desapercibido; pero luego sacó las tropas precipitadamente de Irak y a EE UU le dolió. No sólo a Bush, sino también a los militares americanos y a su Gobierno. Y lo que más le reventó a Bush, y fue por lo que nunca lo perdonó ni lo recibió, fue que animó a otros a que las sacaran también.
-De todos los presidentes de la democracia, ¿cuál ha tenido mejor gestión internacional?
-Calvo Sotelo sólo estuvo un año y diez meses, pero hizo una cosa importantísima, que a veces se les atribuye a otros: metió a España en la OTAN, que es donde correspondía, para situar a nuestro país en el mundo occidental. Y lo hizo con la opinión pública en contra, porque se la levantaron González y Guerra. Curiosamente, antes, y esto se ignora ahora, la opinión pública española no era contraria, era indiferente o favorable; pero en España, si hay una persona hábil, inmediatamente levanta a la opinión pública contra una campaña que tiene aspecto militar y que además está capitaneada por los americanos y tiene aspecto belicoso. El Partido Socialista lo hizo en la OTAN y en la guerra de Irak
-Es cierto, pero en el caso de la OTAN hay que reconocer la habilidad de González para luego reconducir a la gente en sentido contrario.
-Exacto. Tuvieron que rebobinar de forma drástica y Felipe González se empleó muy a fondo. Lo más curioso es que el PSOE, en esa operación de encaje de bolillos, usó los mismos argumentos que Calvo Sotelo y Pérez-Llorca habían utilizado para meternos en la OTAN y que Felipe González, Marín y Guerra ridiculizaban poniéndose en pie y diciendo: «España va a perder su notoriedad, los países iberoamericanos nos van a mirar con diferentes ojos, esto es una bofetada al mundo árabe…». Calvo Sotelo y Pérez-Llorca justo defendían lo contrario.
-Es que la capacidad de comunicación del PSOE es infinitamente mayor a la de cualquier otro partido, ¿no?
-Es muy superior a la de la derecha. Normalmente, son más hábiles en dar mensajes ciertos y correctos e incluso sesgados. Por otra parte, en aquella época contaban con el Manolete de la comunicación, que era Felipe González. González elevó la imagen de España en el mundo y la mejor prueba de ello fue que aquí vino la Conferencia de Oriente Medio, cuando la quería media Europa, pero es que, además, si decía que los elefantes tenían tres patas, mucha gente se lo creía.
-Hablando de elefantes, ni ellos ni Urdangarín parecen haber alterado el prestigio de la figura del Rey en el exterior, ¿no?
-Hay un antes y un después del elefante unido a Urdangarín aquí en España. La gente quiere a la monarquía, pero ha sido erosionada, qué duda cabe. El Rey tuvo un desliz con el elefante, no por el hecho de irse a cazar elefantes, sino por el momento, que era muy inoportuno. Pero fuera no, porque fuera a los elefantes no les conceden la menor importancia. En muchos países ni salió la noticia y el Rey tiene un aura, un prestigio consolidado de muchos años y una campechanía que hace que se le abran las puertas en un minuto.
-Es importante eso de la campechanía. ¿Consiguió más por su encanto personal Adolfo Suárez que Aznar?
-Bueno, es que Adolfo Suárez universalizó las relaciones de España con el mundo. España no tenía relaciones entonces con muchos países como Rusia o México y él las estableció. Y luego fue pionero en temas importantes de Oriente Medio, como recibir aquí a Arafat y percatarse de la importancia de la zona para el suministro del petróleo, lo que se llamaba el estrecho de Ormuz. Y aquí se cachondeaban de él, pero en EE UU se lo tenían en cuenta.
-¿Y Aznar?
-Aznar ha sido demonizado. La izquierda tiene habilidad para demonizar al personaje de la oposición que le plantea mayores problemas. A los segundos son capaces incluso de piropearlos. En la época de Adolfo Suárez, el medio demonizado era él, ahora nos olvidamos, y de vez en cuando le echaban un piropo a Fraga, aunque estaba más a la derecha, porque no era enemigo. Entonces Aznar, aparte de su carácter más adusto, menos simpático que Suárez, era el enemigo más sólido y fue demonizado, con frecuencia, por auténticas sandeces, desde… bueno, la boda fue un escándalo tremendo y no comprendo que hubiera que rasgarse las vestiduras tanto. No es la única persona que se ha casado en El Escorial; si se casa la hija del presidente del Gobierno lo lógico es que vayan los reyes y si invita a ocho jefes de Estado extranjeros o de Gobierno que se llevan bien con él, es normal que vengan dos o tres y eso justifica montar un dispositivo de seguridad brutal.
-¿Y la foto de las Azores?
-Fue una foto inevitable. A Aznar probablemente le gustó estar en ella, pero aunque no le hubiese gustado no podía negarse por una razón sencilla: Bush tenía a una parte importante de la opinión pública en contra y necesitaba demostrar que no estaba solo y tenía que hacer una foto con los países que eran un poco conocidos y que estaban en el Consejo de Seguridad de la ONU en ese momento. La forma de demostrar que no estaba solo era tener en la foto a Blair y a Aznar. La gente identificó la foto de las Azores con la guerra de Irak y con el atentado de Atocha. Y el cóctel de esas tres cosas y la forma como manejó el Gobierno de Aznar la noticia del atentado hicieron que perdieran las elecciones. Sin el atentado, nunca las hubieran perdido.
-Bueno, es que hasta entonces se le reconocía una buenísima gestión…
-Había hecho una buena gestión y sobre todo había puesto una solidez económica en España considerable. Es decir, cuando Aznar dejó el poder, la prima de riesgo estaba en cero. Eso ahora no nos lo podemos creer y la gente se olvida y se acuerda de los pies encima de la mesa en el rancho de Bush y de la boda…
-¿Y cómo considera la gestión exterior del actual presidente del Gobierno?
-Buena, porque se ha decidido a tomar no una sino varias medidas sabiendo que iban a ser impopulares y que le iban a pasar factura en su imagen y en la del Gobierno y no le importó. Esto es honesto. Pero la gestión es claramente mediocre a la hora de explicarlas. Se ha hecho, con frecuencia, tarde y de modo insuficiente.
-¿Qué opinión tienen de él allende nuestras fronteras?
-Pienso que tiene credibilidad entre sus colegas europeos, en el sentido de que éstos no creen que Rajoy esté embelleciendo la situación española o escamoteando la realidad; pero también tengo la impresión de que, después de empaparse de que el déficit era bastante mayor del que le habían dicho los socialistas, tardó en percatarse de que la situación era aún peor de lo que él pensaba. Alguno de sus colegas lo debe de ver como un tanto vacilante.
Personal e intransferible
Inocencio Arias parece conservarse en formol. Nadie diría que nació en el año 40, ni que está casado hace 41 años, porque sigue manteniendo su porte de siempre. Delgado, casi enjuto, con la pajarita a cuestas –tiene una colección de unas 160– y la media sonrisa colgada de los labios, sigue siendo hincha del Real Madrid, que en su día dirigió, aunque de lo que más orgulloso se siente, además de su mujer y de sus hijos, es de haber trabajado fielmente al servicio de España. Y eso que si volviera a nacer no tendría dudas: se querría reencarnar en Di Stéfano. ¿Y no en un actor, le pregunto: ¡Si creía que le apasionaba el cine!? «Yo rodé una escena con Pepe Sacristán y la repetimos 6 ó 7 veces. Me gusta más el teatro que no tiene trampa ni cartón. Si me tocara la lotería, compraría un teatro pero no para interpretar, sino para montar obras de Chéjov, de Arthur Miller, de Benavente…».
De cerca
«España es un país pacifista a la carta: es pacifista en un conflicto en el que esté envuelto EE. UU. y que aparezca en televisión. Si no, se fuma un puro con los muertos».