Veo las fotos de las capillas e iglesias italianas, sobre todo las de Sicilia, repletas de inmigrantes que se han jugado la vida para alcanzar unas costas de las que se les quiere repeler y me angustia pensar que hay problemas para los que esta sociedad, digamos “civilizada”, no encuentra solución. En los templos, los inmigrantes, en su mayoría musulmanes, descansan bajo los crucifijos de los altares. Los dioses de unos y otros, poco tienen que decir respecto a este asunto que nos inquieta a todos y que nadie sabe como resolver. ¿Qué hay que hacer con los inmigrantes? ¿Recibirlos a todos por más que no haya suficiente trabajo o riqueza para acogerlos? ¿No dejar pasar a ninguno o, en todo caso, solo a los que puedan formar parte de la sociedad establecida? La realidad de este asunto es que, la única manera de ponerle fin a todo esto, es tratar de que el mundo sea un poco más justo. O lo que es lo mismo, lo que hay que hacer es intentar que las tierras de origen de los inmigrantes no sean tan inhóspitas para ellos como para que tengan que abandonarlas no ya, muchas veces para buscar una vida mejor, sino tan solo para sobrevivir. Siempre me he preguntado cuál es la política que lleva a la intervención en los conflictos de los países más poderosos. Y siempre me ha respondido la evidencia: es el interés. Pues tal vez si empezamos a darnos cuenta de que a todos nos interesa que el mundo no sea tan cruel como para hacer la vida tan difícil a millones de seres humanos que no encuentran más alternativa que la de escapar de la tierra que les vio nacer y crecer, el problema de la inmigración podrá reducirse en alguna medida. Mientras nos pongamos una venda y solo recibamos a los más desfavorecidos durante el tiempo que nos hace pensar que no somos tan perversos como para no prestarles la atención debida, ellos seguirán volviendo una y otra vez, por más riesgos que tengan cada uno de sus intentos. Si el fuego arrecia es inevitable saltar al precipicio… Por eso, basta ya de discursos políticamente correctos. Exijamos a nuestros gobiernos compromisos para que los países de origen tengan tanta responsabilidad como los de destino y reclamemos, en definitiva, que el mundo, de una vez por todas, sea un poco más justo, aunque solo sea por interés. Si el mundo sigue caminando por esta senda de injusticia, que no nos quepa la menor duda, un día estallará.
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Desde luego para que el mal triunfe solo es necesario que los buenos no hagan nada.