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El D-dímero

Publicado en La Razón 

Aunque haya a quien no le suene de nada el D-dímero, en estos tiempos de COVID-19, desgraciadamente, se ha puesto de moda.  ¿Por qué? Porque cuando este parámetro, que no se mide en todos los análisis de sangre, alcanza niveles altos, suele indicar, entre otras bellezas, la propensión a la creación de trombos. Lo popularizó en horas de confinamiento Ortega Smith, que sufrió en sus carnes la trombosis post COVID. Y  fue él quien empezó a pasear el nombrecito por las redes. Pero no ha sido el único en padecerlo.  Muchas otras enfermos de COVID han visto cómo, entre las complicaciones derivadas de la enfermedad, aparecía la del riesgo de trombos. Sin embargo, a día de hoy, parece no haberse alertado lo suficiente sobre la necesidad de pedir que la medición de este indicador se incluya en las analíticas post COVID. Y eso que se sabe que,  casi siempre que se dispara, no suele ser por nada bueno. Los médicos han observado que hay a quienes,  el D-dímero les crece hasta el infinito y más allá, tras el COVID,  sin que eso parezca significar otra cosa más que una especie de extraña cicatriz en el expediente médico.  Pero como en condiciones normales, si los niveles de D-dímero aumentan, advierten de  la existencia de un posible trombo oculto, es preciso prestar atención a su cuantificación, aunque ahora pueda querer decir otra cosa. Los médicos andan un poco desconcertados con el comportamiento del virus.  Solo tienen claro, que exige higiene, cautela social y una observación permanente de su extraña conducta lleno de sorpresas.  Para que no nos pille desprevenidos, nada como analizárselo todo tras pasarlo. Incluido, por supuesto, el D-dímero.

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