AHORA que el presidente Macron acaba de recuperar su puesto (aunque, ay, casi por los pelos) y celebra su nueva victoria con su esposa Brigitte, hay quien se empeña en recordar que cuando esta solvente y feliz pareja nació, ella era profesora y tenía 42 años y él, alumno, y contaba 17. De haber sido la historia al revés hubiera acechado la sombra no sé si de la pederastia, porque en esa edad ya cabe la aceptación de las relaciones sexuales sin delito, por parte del menor, pero sí del abuso, al menos emocional. ¡Y eso que la creencia generalizada es la de que las mujeres maduran antes que los hombres! Bien, todo esto para introducir otro asunto, pero desde la perspectiva de que, a veces, actuamos en contra de la perseguida igualdad, y desequilibramos la balanza para el otro lado. Viva Francia y viva su capacidad de asumir, como normal, lo que, por desgracia, sigue siendo visto como imposible en muchos lugares del mundo y a ver si, en caso contrario, somos capaces de dejar de penalizarlo, antes de tiempo. Como hacemos con tantas cosas. Por ejemplo, con la inocencia de Johnny Depp. Cuando se propuso al actor como premio Donostia 2021, muchas activistas se lanzaron contra el festival por atreverse a conceder ese premio a alguien envuelto en un caso de violencia conyugal. El director, Rebordinos, se mantuvo en sus trece: “Según los datos probados que tenemos a mano, Johnny Depp no ha sido arrestado, acusado ni condenado por ningún tipo de agresión o violencia contra ninguna mujer” Depp, al recoger su premio dijo: “nadie está a salvo de la cultura de la cancelación, pero si estás armado con la verdad es todo lo que necesitas”. Ahora, en el juicio que le enfrenta por su propia voluntad contra su ex esposa y que muchos piensan que no le beneficia, porque le obliga a mostrar lugares oscuros de sí mismo (adicciones y demás), Depp insiste en probar su verdad y en hacerle ver al mundo que no es un maltratador, abusador etc., sino que es él quien ha sufrido esas acciones en su contra. Hasta que no se llegue a alguna conclusión judicial, no se podrá dirimir entre las “verdades” de uno u otra; pero es que hasta el juicio, el actor ya era el culpable para muchos. Desde que la indagación comenzara hasta ahora, ya hay testimonios e indicios respecto a que ella podría ser la presunta culpable y no él. En las parejas, cuando las relaciones son tormentosas, las inocencias y culpabilidades se reparten. Pero llegar al abuso o maltrato es otra cosa. Y eso es lo que hay que descubrir y penar. A quien corresponda. No al hombre, por serlo. Es verdad que hay más violencia masculina que femenina, pero la igualdad se resume en que las miradas de un lado a otro no deben de estar contaminadas por lo que cada uno cree, sino concretarse en atención a las pruebas. Solo ellas han de determinar culpabilidades. Las inocencias son inocencias, hasta que se demuestre lo contrario. Independientemente de si se es varón o mujer. O así debería ser.
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05 Jul, 2022
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